Este libro de Ediciones El Naranjo tuvo una mención en la Feria del Libro Infantil de Bolonia. Se trata de una especie de reportaje para niños sobre las costumbres y tradiciones de Tixtla, Guerrero. Uno de los autores amablemente respondió a mis preguntas:
Textos de colores: ¿Cómo fue el proceso de trabajo entre ambos autores para la creación de este libro?
Héctor Vega: Surge con Caterina Camastra cuando ella comenzó a interesarse más sobre Tixtla, su música en particular y toda la serie de historias que le platicaba de este pueblo. Al final ella me propone hacer un libro retomando la idea principal de su trabajo Ariles y más Ariles, que es un libro sobre los animales en el son jarocho. Así que comencé el trabajo de campo, recuerdo que fue en 2007 que asistí por primera vez con la intención de hacer investigación en las fiestas del Santuario en compañía del musicólogo Alejandro de la Rosa. En esa ocasión realicé entrevistas y tome fotos. Iba con una camarita Kodak y dos rollos de 24 exposiciones. Recuerdo el mezcal y la lluvia torrencial que nos recibió.
Al año siguiente viajé junto con Caterina para que ella pudiera conocer Tixtla y presenciara un poco lo que es el mundo del son tixtleco. Así hicimos juntos un par de viajes en los que entrevistamos personas, revisamos archivos, bibliotecas y escuchamos música, compramos los discos, conocimos a varios personajes del pueblo y en fin, nos metimos de lleno en ese mundo.
Después hicimos una selección preliminar de los textos, de las leyendas que logramos recopilar, le dimos una narrativa propia ya que algunas leyendas son de tradición oral y otras estaban escritas pero con una narrativa “decimonónica”, contadas por los diferentes cronistas o personas que tenían un interés por la cultura popular de Tixtla, así que se trataba de narraciones muy “parsimoniosas” que requerían de una nueva narrativa.
Pienso que sobre todo Caterina y yo buscamos establecer un hilo argumentativo, una relación común entre todas las letras, las leyendas y las pequeñas anécdotas que recopilamos. Es muy interesante ver cómo se unificaron ambos estilos. Por una parte se ve la mano de Caterina, ya que ella es filóloga y tiene una gran capacidad para presentar el texto. Pero en la narrativa me resulta muy interesante verme en partes de los cuentos, en otras ver a Caterina, en otras ver a las personas que entrevistamos. Al final creo que logramos nuestro objetivo de establecer una relación entre música y leyendas populares con el tema del agua.
¿Qué fue lo que más te gusto este proceso?
Lo que más me gustó fue aprender de mano de Caterina el gusto por escribir. Yo vengo de una escuela sociológica y antropológica, y debo señalar que tanto antropólogos como sociólogos tenemos mala fama entre los filólogos –eso es acá entre nosotros-, tenemos fama de ser malos redactores. Así que me gustó aprender a narrar y perder el miedo a escribir. Ahora ya tengo un par de proyectos de libros infantiles y estoy escribiendo mucho, siempre libro infantil y poesía, pero me quiero enfocar directamente en los niños. Así que bueno, Caterina ha creado un monstruo –en el buen sentido de la frase.
Otro momento que me gustó mucho fue cuando nos reunimos en Xalapa, por junio del 2011. Estábamos Caterina, Julio y yo, mirando las ilustraciones casi finales y definitivas ¡Increíble el trabajo de Julio Torres! Esa reunión fue como una ecografia del libro, digamos que lo vimos antes que naciera. Ese fue un momento del que tengo un grato recuerdo.
¿Por qué eligieron Tixtla?
Tixtla es el pueblo de origen de una parte de mi familia, de los Vega. Tuve la fortuna de conocer a mi bisabuelo Esperanza Vega, quien además de zapatista y albañil, fue uno de los mejores bailadores de son tixtleco, por no decir el mejor. Y aunque mi familia migró en los años cuarenta por motivos de trabajo, su identidad como tixtlecos siempre se mantuvo muy firme, yo crecí con eso, en las fiestas nunca faltó una tarima para zapatear y mucha música. Somos una familia muy bailadora, muy fandanguera.
Luego tuve la fortuna de conocer a Caterina, compartimos muchas cosas en común, el gusto por el son, por la música, por los fandangos, por las historias ciertas y falsas que rodean el mundo del son. Todavía me acuerdo la noche que la conocí en su casa de la colonia Narvarte, entre mentiras y verdades terminamos hablando de la música barroca y me regaló las copias de unos manuscritos de un códice de música barroca. Qué divertido, ¿no? De modo que en esta dinámica, poco a poco hablamos más de Tixtla y un día surgió la idea de hacer el libro, sobre todo después de que ella había tenido gran éxito con su libro del son jarocho y estaba buscando otros proyectos.
¿Cuál es tu son y tu leyenda favorita de Tixtla?
Curiosamente el son que más me gusta de Tixtla (“La petenera”) no viene en el libro, pero por un motivo meramente editorial, ya que se trata de un son "para adultos". Gran parte de la temática de los sones de Tixtla está relacionada con cosas sociales muy fuertes, porque no hay que olvidar que Tixtla como casi todo el estado de Guerrero es una región muy empobrecida y con una vida muy dura, mucho alcoholismo y mucha violencia. Así que para un libro infantil era muy difícil escribir sobre las mujeres bonitas que se van de madrugada y vuelven a la mañanita. “La Petenera” es tan fuerte, que hay personas que me comentaron que cuando mi bisabuelo Esperanza lo bailaba, la gente lloraba. Imagínate.
Pero de los sones que vienen en el libro, sin duda el que me gusta más es Vapor Chileno, tanto por la música que es muy alegre, las palabras me reflejan un momento muy emotivo “las negras en el muelle” que se contentan cuando ven el vapor que se aproxima al puerto. Y curiosamente este son no tiene su leyenda en el libro, lo relacionamos con el Santuario y la migración de la virgen costeña a Tixtla. Pero la historia que narra este son es muy interesante y nos ejemplifica de nuevo la importancia que tuvo Tixtla como una espacie de puerto tierra adentro. Y lo interesante de los sones es que justo, tienen sus historias particulares, y en este caso ese vapor chileno del que nos habla la letra realmente existió, por lo que sería muy interesante investigar un poco más en esta historia.
La leyenda que más me gusta es la del Diablo y el Sahurín. Es una leyenda que nos habla de la capacidad que tenemos para vencer al mal cuando actuamos en conjunto. Es una enseñanza recurrente y un poco quemada, pero dime ¿crees que ha dejado de ser actual? Ahora más que nunca vemos que en todo el mundo estamos buscando formas no violentas y bastante inteligentes para luchar contra la injusticia, la pobreza, la guerra, los malos gobiernos, en fin, contra eso que míticamente representa el Diablo.
¿Cómo fue el proceso de grabación del CD?
En realidad no te puedo decir nada del proceso de grabación. Desafortunadamente yo salí rumbo a Andalucía para terminar mi tesis doctoral justo en esa fase de la edición del libro. Lo que te puedo contar es que siempre tuvimos presente al grupo Yolotecuani para hacer el CD del libro, y por muchas razones. Primero, aunque ellos actualmente tienen una propuesta muy “moderna” del son tixtleco, es decir, hacen arreglos e introducen nuevos instrumentos musicales, cosa que les ha valido tanto halagos como críticas. Lo que es cierto es que el núcleo principal del grupo, David Peñaloza, Ada Coronel y Enrique Barona, vienen de la escuela tradicional, así que tienen una trayectoria musical bastante reconocida, y desde mi punto de vista como músico, creo que son excelentes ejecutantes de son.
En segundo lugar, la idea era que también participaran los hijos de los músicos, en este caso sabíamos que Enrique tenía un par de hijos que podrían participar cantando o leyendo, y yo me acordaba que Osvaldo -el hijo de Ada y David- tocaba el cajón increíblemente, pero al final ya no es tan niño, seguramente ahora es una simpático adolescente. En fin, que creo que han hecho un gran trabajo, y no lo digo a título personal, te lo digo porque una persona que le encanta el son me lo ha comentado, esta persona es mi abuelita Josefina, igual guerrerense y bailadora.
¿Qué te gustaría que los niños se llevaran al leer este libro?
Me gustaría que los niños se quedaran con la idea de que vivir no es simplemente estar pegados al facebook, o que jugar no se trata de tener un video juego. Creo que gran parte de lo que el libro presenta como leyendas y sones es la narrativa acerca de un pueblecito, con un montón de problemas pero que al final tiene vida, siempre hay vida en Tixtla y siempre hay una fuerte relación de los humanos con el medio ambiente, con los animales, con el agua, con los árboles. Me gustaría que los niños lean en el libro que esa vida sólo es posible conviviendo con los otros, por medio del baile o de la música, o de contarnos historias. Creo que la anécdota que cierra el libro –la carreta y el pozo- ejemplifica bastante esta idea. Los niños no necesitaban nada más que jugar a ser grandes, como siempre ha sido, pero en ese pueblecito de Tixtla, en la época de la infancia de doña Chahuita, jugar a ser grandes era jugar a ser bailadores y músicos. Al final creo que la vida es así, un juego y un fandango, en donde todos bailamos al son que nos tocan, pero hay que saber bailar y para bailar hay que pasar muchas tardes y noches dando taconazos en la madera de esa tarima que simboliza nuestro mundo.
Aquí pueden leer la reseña del libro y aquí la entrevista con Julio Torres, el ilustrador. Aún no transcribo la entrevista con Cateria, pero estén pendientes :)
Para leer las primeras páginas del libro da clic aquí.
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